miércoles, 9 de febrero de 2011
Corazón
Es una tarde de domingo, la habitación yace pesada, pareciera que los cuadros que están sostenidos en puntillas oxidadas, se derriten mareadas, por las comisuras de la pared, que sostienen fotos de hace cien años, mientras una biblioteca personal, personal y ajena, esta sin explorar, mientras llueve sin ser carnaval, mientras nadie hace ruido en el tendal vació, entonces los ojos buscan donde escamparse, en medio de hojas con letras apolilladas, de comejenes devora literatura, y entonces los dedos se internan palpando el papel, y es ahí cuando las pupilas empiezan a comer...
Anemolas de versos, son contados en formato de niño, partiendo de esa niñes que algunos perdemos, o que en otros caso titila semiviva, ahí va el niñito contando sus aventuras en formato de diario, demostrando su respeto por los valores y las personas, por el civismo y el alma, por el valor de una mirada, por el poder de ayudar una lagrima enajenada, y la novela es relatada en pandilla, permitiéndonos avizorar los juegos del grupito de infantes, donde amar a sus padres y profesores, donde entender la desgracia del enfermo o el que pierde a un ser querido, nos saca de un libro mercantilizado, para humanizarlos, para sentir que estamos aqui para ayudar, por eso la piel se contrae, por eso los ojos se mojan, por que leyendo corazón, se comprende que nadie tiene la razón, que el amor impulsa todo, que llegar a casa, abrazar a nuestros progenitores, besar a la señora que vende café en la calle, escribirle a nuestro profesor de hace 20 años antes de que muera y sentir orgullo por vivir en el mundo, es la esencia de existir, se volver a ser humano, de volver a ser y estar aqui...
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